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sábado, 30 de septiembre de 2017

Neuropsicología y el proceso educativo



Aportaciones de la neuropsicología al proceso educativo.

En lo que se refiere a los procesos de memoria, muchos hallazgos derivados de estudios del funcionamiento cerebral, pueden ser aplicados al proceso de enseñanza-aprendizaje:


La existencia de la plasticidad cerebral, base principal de los procesos de aprendizaje, que provoca la reestructuración de redes y circuitos de acuerdo a la experiencia y estimulación ambiental. Se ha comprobado que los cerebros que se desarrollan en un entorno enriquecido desarrollan más conexiones sinápticas que los cerebros que se desarrollan en ambientes carentes de estimulación sensorial (Grossman, Churchill, Bates, Kleim y Greenough, 2002). Los procesos de aprendizaje y la experiencia adquirida en las aulas no sólo suponen la adquisición de conocimiento, sino que van modelando el cerebro y tienen gran influencia en su desarrollo.




                La motivación y expectación mejoran la calidad de los aprendizajes. Se ha comprobado empíricamente que cuando se estimula la curiosidad, se activan los circuitos de recompensa mesolímbicos del cerebro (que producen sensación de placer) y aumenta la actividad en el hipocampo, estructura muy relevante para el aprendizaje y la memoria (Gruber, Gelman y Ranganath, 2014).


La existencia de un sistema de neuronas en espejo, que, además de su implicación en la empatía o capacidad de percibir lo que otro puede sentir, es la base del aprendizaje por imitación o modelado. Es este un tipo de aprendizaje lento pero que queda inscrito en la memoria durante mucho tiempo. La importancia del sistema de neuronas en espejo en el aprendizaje es indudable, en especial en lo que se refiere a la conducta social (Lacoboni, 2009).


Diversos estudios realizados con personas con lesiones cerebrales y problemas de memoria han mostrado que es más eficaz para el aprendizaje de nuevo material la práctica distribuida y frecuente que la práctica masiva durante un largo período de tiempo (Berger et al., 1991; Camp et al., 1996). Posteriormente este efecto se ha comprobado en estudiantes sin problemas neurológicos (Hernández 2013). Esto significa que los alumnos tendrán menos dificultades en aprender y recordarán mejor la información aprendida cuando se les exponga a ella de forma frecuente (presentación espaciada) que cuando se insista en la repetición del material hasta que éste se fije en la memoria.
 

La práctica clínica con pacientes con problemas de memoria indica que la información que es auto-generada por la propia persona se recuerda con mayor facilidad que aquella proporcionada por el terapeuta o por otra persona (Arango, Premuda y Marquine, 2006). Parece que la respuesta que uno mismo elabora y produce crea redes neuronales más fuertes y eficaces que cuando se recibe la información de forma pasiva. Las implicaciones de este hecho en el enfoque del proceso de aprendizaje en el aula son evidentes.


La mayor parte de los efectos y conocimientos descritos son conocidos y utilizados por los docentes hoy en día, pero siempre es interesante saber cuál es la base neuropsicológica que los explica y los estudios empíricos que los confirman.


Bernabéu, E. (2015)